En 1980, la Organización Mundial de la Salud declaró como erradicada la viruela. La grave enfermedad viral se cobraba millones de vidas. Las secuelas para quienes sobrevivían incluían cicatrices por las costras generadas, ceguera y dolor permanente. Que ahora esté erradicada es parte de un esfuerzo mancomunado de los países del mundo y los avances científicos.
Pero, ¿Cómo se avanzó tanto? En 1796, el científico inglés Edward Jenner desarrolló un primitivo método de vacunación. Untaba sangre de alguien infectado en un paciente sano, similar a métodos anteriormente desarrollados. Así, el paciente sano contraía una versión leve de la enfermedad y se inmunizaba, sobreviviendo en la mayoría de los casos.
Esta invención se publicitó en Inglaterra, desde donde pasó al resto de Europa. Francisco Piguillem, médico y científico catalán, introdujo la vacunación símil a la inglesa en España el año 1800. Influenciado por estos estudios, el también médico Francisco Javier Balmis presentó al rey Carlos IV su idea para acabar con la viruela. La enfermedad le quitó la vida a la propia hija del monarca, por lo que su apoyo a la expedición fue prácticamente inmediato.
Balmis apreciaba la idea de Jenner. Sin embargo, el reto era mantener viva la viruela a nivel estable en un viaje que duraba, al menos, un mes entre Europa y América. Entonces, su creatividad y misión filantrópica se comenzaron a escribir en la historia.
¿Cómo llegó la vacuna de la viruela a América?
A bordo del barco, el médico llevó a 22 niños sanos, de entre 3 y 9 años, de un orfanato junto a su directora, Isabel Zendal. Ahí, Balmis inocularía la viruela a dos de ellos, esperando a que sanen e infectando a otros dos en cuestión de unos días. Como se desarrollaba una enfermedad leve, la transmisión era casi segura y los niños no morían. Así, llegarían las muestras del virus con este transporte «en vivo» desde la metrópoli a las provincias del Imperio Español en América.
Entre 1803 y 1806, las islas Canarias, Nueva Granada, Nueva España, el Perú, Filipinas e incluso China recibieron dosis de la vacuna antivariólica. En 1806, de vuelta a España, Balmis convenció a las autoridades de la isla de Santa Helena, en medio del Atlántico y dependiente del Imperio Británico, de recibir vacunación pese a la guerra en que ingleses y españoles se encontraban.
La grandeza del acto fue rememorado por los mayores científicos de su tiempo. El alemán Alexander von Humboldt dijo que el viaje «permanecerá como el más memorable en los anales de la historia». Incluso Edward Jenner, inventor de la vacuna inspiradora de la Expedición Balmis, aseguró que «no puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que este».