La primera aclaración es que, a veces, tendemos a pensar que el conocimiento científico de “alto impacto” habita en esferas distantes, laboratorios europeos o norteamericanos y que nuestro país, quizás aún no tiene cabida en esos espacios. La verdad es que el proyecto focalizado en el boldo llamado: “Implementación de una Plataforma Biotecnológica para la producción sostenible de Boldina”, se gestó y crece aquí, en Concepción.
La segunda, es que como ocurre con las ideas en este siglo, resulta que alguien ya fue precursor de esta pero de manera más primigenia. Esta ocurrencia, la cual llamaremos “Proyecto Boldo” tiene sus inicios a principios del 2019. Sin embargo, la imagen sanadora de esta especie fue concebida gracias al uso que le daban los pueblos originarios.
En mi búsqueda, me encontré con la figura de Martín Gusinde, sacerdote y etnólogo de origen polaco que visitó el Cono Sur hace más de un siglo. Esta figura se interesó por las costumbres y características de los grupos indígenas de nuestro territorio y descubrió, entre otras cosas, que el boldo era una planta ampliamente usada por estos. Su fin era principalmente tratar dolencias o molestias en las articulaciones.
¿Por qué nos importa el boldo?
En la tercera edición del documento “Perfil de Proyecto” de la iniciativa, se pueden encontrar detalles acerca del alto valor medicinal del boldo, el cual radica en sus principios activos contenidos en sus hojas y corteza. Los beneficios que la industria farmacéutica le ha dado son increíblemente variados. A este alcaloide se le atribuyen tratamientos de afecciones hepáticas, cálculos biliares, cistitis y reumatismo, afecciones renales y enfermedades neurodegenerativas.
El biotecnólogo Jorge González, quien lleva adelante esta investigación, señala que existen dos principales aspectos que elevan la importancia del boldo. “Primero, es endémica, propia del lugar y por lo tanto el país está mandatado a generar un uso sustentable. Además, el boldo es una de las especies nativas más conocidas y comercializadas, para nadie es raro un té de boldo. Si hay un comercio tiene que haber una regulación”, comentó.
Crecimiento de la industria exportadora de boldo
Según lo indicado en el documento de «Propuesta y Perfil de Proyecto», hoy el intercambio y la producción de la especie se expandió enormemente. Actualmente, el mercado apunta principalmente a la exportación de las hojas y corteza como materia prima para la obtención de los principios activos. Esta actividad data desde del año 1981, cuando las exportaciones bordeaban los 640.000 kg al año. Cuando hablamos de expansión, nos referimos a que el año 2017 los registros mostraban volúmenes de 2.257.029 kg anuales.
Pero, ¿cuál es el problema?
El protagonista de este asunto es sin duda, el Instituto Forestal (INFOR), más específicamente su línea de Conservación y Mejoramiento Genético. Esta división, parece estar constantemente reafirmando su compromiso con el sector forestal, sobre todo, con las especies nativas. Dentro del marco de su compromiso se dieron cuenta de más de un problema con el boldo.
Una de las falencias ocurre en la etapa de extracción, muchas veces se debe sacar la materia prima desde las poblaciones naturales, lo cual implica un costo asociado a la recolección y un deterioro de su conservación. Además, el método utilizado para extraer los beneficios del boldo casi siempre destruye esta materia.
No hay que olvidar que uno de los fines de este proyecto es establecer un modelo comercial, por ende, el foco es la productividad. Dicho esto, los investigadores descubrieron que si bien las hojas son la principal exportación, estas presentan la mayor variación de principios activos. Es decir, presentan diferencias en cuanto al rendimiento y no es posible generar una aproximación estándar, lo cual no permite industrializar el proceso.
Lo que proponen los investigadores es, en sus palabras, simple. Para quienes no pertenecen a la comunidad científica podría parecer que proviene de alguna película y entiendo por qué.
En primera instancia, buscan limitar las visitas a plantaciones que se dediquen o contengan ejemplares, conservando la especie.
Entonces, ¿de dónde provendrá la materia prima? La propuesta de INFOR es el desarrollo de un modelo de producción in vitro de biomasa, ya que permite la clonación de material selecto, disminuyendo la variabilidad genética. Además, reduce la variación ambiental, ya que se realiza bajo condiciones controladas.
Biotecnología como herramienta generadora de soluciones
Acudí a la biotecnóloga Tamara Vera del Instituto Forestal, quien está ligada al proyecto, para que me comentara acerca de la aplicación de la biotecnología. En sus palabras el boldo es una inteligencia viviente que permite solucionar problemáticas a través de un compuesto químico. “Hay que pensar todo esto como una sinergia de técnicas,las cuales trabajan al unísono para manejar el boldo. Biotecnología y silvicultura son herramientas que se tienen que juntar, ninguna es mejor que la otra” declaró.
En párrafos anteriores mencioné el deseo de industrializar este proceso, sin embargo, la verdad es que tras lo caótico que puede sonar mezclar la industria con los retazos de bosque nativo que aún quedan en el país, yace la protección de especies con alto potencial cultural y por qué no, sanador.
Me parece fantástico que la materia prima se cree en un laboratorio a partir de clones y que la flora nativa del país descanse en los bosques a los cuales pertenece.
Parece ser que el verde de los bosques actualmente obedece al verde del dinero. Y en medio de aquella puja no es anormal pensar que asimismo como puede ocurrir una poda masiva de quillay (especie endémica de Chile) dado su reciente uso en vacunas contra el covid-19, le ocurra lo mismo al boldo.
No es la industria, sino quienes la manejan y conforman, los responsables de que esta avance sin perjudicar a la fábrica más grande y coordinada de alimento y nutrientes: la naturaleza.