La región de América Latina alberga una rica diversidad biológica, con cerca del sesenta por ciento de la vida terrestre mundial, junto con una variada flora y fauna de agua dulce y marina. Los biomas de la región abarcan desde humedales y ecosistemas costeros hasta desiertos, bosques tropicales, extensos pastizales de sabana y hábitats andinos de gran altitud.
Los bosques de tierras bajas se encuentran entre los más ricos en especies de la Tierra, y los bosques de montaña y los páramos de los Andes albergan una amplia gama de especies endémicas y de distribución restringida.
Esta diversidad regional se debe a una serie de factores ambientales, como una compleja historia evolutiva y una geografía, una geología y un clima muy variables. Amplias zonas de América Latina permanecen en estado natural o seminatural, pero también se ha producido una considerable transformación de los hábitats al servicio de las economías nacionales, regionales y mundiales.
En la actualidad, casi todos los países de América Latina cuentan con sistemas de áreas protegidas, y la gestión de la fauna silvestre se considera un uso legítimo de la tierra. Las políticas gubernamentales de la mayoría de los países reflejan ahora la convicción de que las áreas silvestres protegidas y la vida silvestre pueden contribuir al desarrollo socioeconómico general.
La conservación de la diversidad biológica y el suministro de una amplia gama de productos y servicios procedentes de la fauna salvaje se aceptan generalmente como objetivos nacionales deseables. En cuanto a la fauna, la cuestión no es si hay que conservar las especies, sino cómo gestionarlas mejor para que proporcionen productos y servicios de forma sostenible, sobre todo a las poblaciones rurales. Se trata de un reto para las futuras trayectorias de desarrollo y conservación de la región.
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