Más allá de cumplir con las siete u ocho horas recomendadas, el sueño es un proceso complejo y muy fundamental para el bienestar humano. Aunque muchas veces lo reducimos al tiempo que dormimos, la ciencia ha demostrado que no solo la cantidad de horas es importante. También lo es la calidad del sueño y cómo nos preparamos para él.
El sueño reparador es objeto de constantes estudios. Las investigaciones actuales destacan la relevancia de adoptar hábitos saludables que mejoren su calidad. Lo que hacemos antes de dormir tiene un impacto de forma directa en cómo descansamos. Reducir la exposición a pantallas, evitar comidas pesadas y establecer rutinas relajantes, entre otros, contribuyen significativamente. Los efectos de un sueño profundo no solo se limitan al momento de dormir o al despertar.
Un descanso adecuado mejora el rendimiento cognitivo, la creatividad y la capacidad para enfrentar desafíos diarios. Esto aplica tanto en las áreas laborales como escolares. Dormir bien no es solo recargar energías físicas, también impacta en la regulación del estrés y el estado de ánimo. Nos permite pensar con mayor claridad y enfrentar las situaciones diarias con mejor disposición. Además, influye en las relaciones interpersonales. El cansancio acumulado afecta nuestras interacciones sociales de forma negativa.
Los beneficios de un sueño reparador no solo se limitan a la mente o al cerebro. También impactan en la salud física. Un buen descanso regula la frecuencia respiratoria, contribuye a la salud cardiovascular, cerebrovascular y al metabolismo de los nutrientes.
Por lo mismo, es importante preguntarnos, asimismo, ¿somos conscientes de todos los factores que están influyendo en la calidad de nuestro sueño? Desdeel ambiente donde dormimos hasta nuestro estado emocional al acostarnos, cada detalle cuenta. Incluso la manera en que despertamos influye en cómo nos sentiremos y reaccionaremos en el entorno de nuestro día.
Para más información revisa: La importancia del sueño